Matanzas, Cuba.- La poetisa Carilda Oliver, Premio Nacional de Literatura y figura cimera de las letras iberoamericanas expresó en Matanzas Fidel está metido en nuestros átomos como la raíz en la tierra.
Oliver leyó ante periodistas un texto dedicado al extinto líder cubano y manifestó ya que estoy abatida desde hace unos días, se me dificulta hablar y la emoción me transforma las palabras, este es un dolor que no puedo todavía interpretar, crece desde una profundidad implacable.
A juicio de la intelectual, hablar de su vida, de lo que ya representa para millones de personas, puede parecer casi un acto de vanidad, porque él ni siquiera le pertenece a los cubanos totalmente.
Carilda estimó que convertido Fidel en un ciudadano del mundo ha repartido su presencia e hizo suyas las causas desesperadas de los pobres de la tierra, con quienes nos enseñó a compartir nuestra propia suerte mediante acciones solidarias.
Canto a Fidel
No voy a nombrar a Oriente,
no voy a nombrar la Sierra,
no voy a nombrar la guerra
–penosa luz diferente–,
no voy a nombrar la frente,
la frente sin un cordel,
la frente para el laurel,
la frente de plomo y uva:
voy a nombrar toda Cuba:
voy a nombrar a Fidel.
Ése que para en la tierra
aunque la luna lo hinca,
ese de sangre que brinca
y esperanza que se aferra;
ese clavel en la guerra,
ese que en valor se baña,
ese que allá en la montaña
es un tigre repetido
y dondequiera ha crecido
como si fuese de caña.
Ese Fidel insurrecto
respetado por las piñas,
novio de todas las niñas
que tienen el sueño recto.
Ese Fidel –sol directo
sobre el café y las palmeras–;
ese Fidel con ojeras
vigilante en el Turquino
como un ciclón repentino,
como un montón de banderas.
Por su insomnio y sus pesares
por su puño que no veis,
por su amor al veintiséis,
por todos sus malestares,
por su paso entre espinares
de tarde y de madrugada,
por la sangre del Moncada
y por la lágrima aquella
que habrá dejado una estrella
en su pupila guardada.
Por el botón sin coser
que le falta sobre el pecho,
por su barba, por su lecho
sin sábana ni mujer
y hasta por su amanecer
con gallos tibios de horror
yo empuño también mi honor
y le sigo a la batalla
en este verso que estalla
como granada de amor.
Gracias por ser de verdad,
gracias por hacernos hombres,
gracias por cuidar los nombres
que tiene la libertad.
Gracias por tu dignidad,
gracias por tu rifle fiel,
por tu pluma y tu papel,
por tu ingle de varón.
Gracias por tu corazón.
Gracias por todo, Fidel.
(marzo de 1957)