Los niños y niñas, felices de vivir en Cuba.

Vivimos en un país donde las armas de fuego no masacran a mansalva en las calles y colegios, donde las armas se portan para defender al pueblo y no para dirimir pugnas de blancos y negros, o de narcotraficantes, o preferencias de sexo.

Vivimos en un país donde los actos violentos contra niños y mujeres a todos causan desprecio, un país en que un suicida es un cadáver, un muerto, y no la muerte de muchos y un colectivo sepelio.

Mas, con las incertidumbres, suele acosarnos el miedo al salir de nuestras casas, que es como salir a un ruedo en el que toros brutales embisten, de furia ciegos, contra indefensos peatones como si fueran toreros.

Son choferes terroristas que aterran el pavimento, y nadie se explica cómo las licencias obtuvieron.