La Habana, Cuba.-Por estos días vienen a mi mete gratos recuerdos del primer libro que me regaló mi mamá, aun lo conservo y siempre llevo conmigo los mensajes de amor, solidaridad, hermandad y sinceridad que brotan en sus páginas, La Edad de Oro.

Revista mensual de recreo e instrucción, publicada en Nueva York por nuestro apóstol nacional José Martí, entre julio y octubre de 1889, de la cual solo salieron cuatro números que quedaron para la posteridad.

El Maestro se entregó con amor a la obra que constituye un mensaje universal. En sus cuentos, poemas, versos y artículos inculcó su recio ideario anticolonialista, el amor por la gran patria latinoamericana, la devoción por la justicia, la verdad y la belleza.

José Martí no fue un psicólogo propiamente dicho, aunque su abarcadora inteligencia le permitió incursionar en materias diversas de las ciencias naturales y las sociales, incluyendo sus aportes en el ámbito de la política, muchos de los cuales, aún en nuestros días, tienen plena vigencia. Pero fue, sin embargo, un minucioso observador de las circunstancias y de las personas.

“Para eso se publica La Edad de Oro: para que los niños americanos sepan cómo se vivía antes, y se vive hoy (…) Así queremos que los niños de América sean: hombres que digan lo que piensan, y lo digan bien: hombres elocuentes y sinceros”, José Martí.

Los niños que aparecen en los cuentos de La edad  de Oro son creaciones particulares del ingenio martiano, niños inolvidables y complejos como Meñique, Bebé, Nené, Pilar y Piedad, que no son perfectos, cometen errores  pero nos conmueven con sus travesuras y nos conminan a reflexionar en las profundas  complejidades de la edad infantil.

Todos los que quieran ser hombres buenos, los que tienen la responsabilidad de educar y explicar lo que es correcto deben leer este maravilloso libro, solo así haremos de “La edad de oro” el mejor amigo, y de sus páginas la guía para hacernos hombres y mujeres de bien, porque no solo fue un proyecto para niños, sino para hombres de futuro.